viernes, 19 de junio de 2009

Jung :¿cientifico o mago?



Freud y Jung

La teoría del inconsciente fascinará a Jung, y forzado por sus propias investigaciones en este mismo sentido, viajará para encontrarse con Freud y hacerse discípulo suyo. Se dice que la primera vez que se encontraron, el 3 de marzo de 1905 en Austria, estuvieron trece horas seguidas hablando, discutiendo sus ideas, expresando sus puntos de vista, y se creó un lazo maestro–discípulo, un lazo que, de todos modos, no tardó mucho en romperse.
Se inicia una relación que permitiría el despliegue internacional del Psicoanálisis. En 1908 tiene lugar en Salzburgo el Primer Congreso de Psicoanálisis. En 1909 es invitado junto con Freud a los EE.UU. En 1910 se constituye la Asociación Psicoanalítica, y durante el II Congreso de Psicoanálisis, en Nüremberg, Jung es elegido Presidente. A partir del III Congreso de Psicoanálisis, en Weimar, Jung se sumerge cada vez más en la Mitología, distanciándose teóricamente de su maestro.
El IV Congreso de Psicoanálisis en Munich es el momento de la separación de Jung del movimiento psicoanalítico, abandonando la presidencia de la Asociación Internacional de Psicoanálisis y los distintos cargos. La relación de Freud y Jung se rompe para siempre. Tras esta ruptura, Jung deja su cátedra en la Universidad. En 1933 dice Jung en una carta: "Me gustaría rectificar el error de que procedo de la escuela freudiana; soy un discípulo de Bleuler".En cierta ocasión Jung le preguntó a Freud por qué el psicoanálisis no adoptaba nuevos puntos de vista acerca de la Parapsicología y la precognición; Freud replicó abruptamente: "Eso es puro sinsentido". Jung no pudo aceptarlo, y se dedicó a investigar por su cuenta en los libros de mitología, a estudiar Religiones Comparadas, y fue dándose cuenta de que dentro de ese inconsciente había más elementos que los propiamente expresados y defendidos por Freud, que había "algo más". Vio un límite que Freud no podía o no quería cruzar.
Es interesante conocer que Freud había creado un círculo de discípulos, un "consejo secreto" con un juramento y un anillo de reconocimiento con una entalladura griega, y que se habían propuesto defender a capa y espada su "causa". De este modo la cúpula de los psicoanalistas adquiría un carácter de entidad "esotérica" y, paradójicamente, anti esotérica. Jung no quiso participar de este grupo y fue excluido. El quería investigar en la religión, en lo simbólico, en lo que llamó el Inconsciente Colectivo de la humanidad y los arquetipos.
Freud quiso presionarle instándole a que no estudiara ocultismo. Y por un tiempo lo consiguió. Curiosamente, Freud era muy autoritario, él psicoanalizaba a toda la gente pero no se dejaba psicoanalizar por nadie, sólo se analizaba a sí mismo; en un viaje que hicieron a América en 1912 en el que se iban contando los sueños, para psicoanalizarlos, escribe Jung que Freud nunca llegó a contarlos totalmente por miedo a perder su autoridad, "sin darse cuenta de que ya la estaba perdiendo". Esa actitud provocó en sus discípulos, especialmente los que dejaban el "consejo secreto", grandes crisis y traumas. Hubo gente que incluso se suicidó.
La furia de Jung explotó finalmente como una bofetada en la cara. Su técnica de tratar a sus alumnos como pacientes, le decía, era un error tremendo: "De esta forma usted consigue o hijos esclavos o cachorros insolentes… Usted va por ahí husmeando acerca de todos los actos sintomáticos a su alrededor, reduciendo así a todos al nivel de hijos e hijas… Mientras tanto, usted se instala allí arriba como un padre, sintiéndose un santo".
Este interés divergente de Jung respecto a Freud fue abriéndose cada vez más; en 1911 el propio Jung propone a Freud "conquistar también el ocultismo", y afirma: "Ahora le estoy dando vueltas a la astrología, cuyo conocimiento aparece como imprescindible para la comprensión de la mitología. En estos oscuros dominios existen cosas maravillosamente extrañas". En otra ocasión Freud le dice: "Mi querido Jung, prométame no abandonar nunca la teoría sexual, ésta es la cosa más esencial entre todas. Debemos hacer de esto un bastión inexpugnable". Algo extrañado, Jung le preguntó: "¿Un bastión contra qué?" A lo cual Freud respondió: "Contra la negra avalancha… (aquí vaciló un momento y añadió)… del ocultismo". Lo que Freud parecía entender por ocultismo era más o menos todo lo que la filosofía y la religión (incluyendo la parapsicología) tenían que decir sobre el alma…
Esas diferencias entre maestro y discípulo llegaron evidentemente a hacer que se separaran dolorosamente en 1913. Muchas puertas se le cerraron a Jung y los antiguos amigos del círculo freudiano le dieron la espalda.
En ese tiempo encaró la investigación de las disposiciones psicológicas (extroversión/introversión), de la que surgirá su importante obra de 1921: Tipos psicológicos. En este libro monumental que le lanzó a la fama Jung elaboró el duelo de la separación de Fruíd, asumiendo sus diferencias y su propia vía: la psicología analítica, profundización y ampliación del psicoanálisis freudiano. La separación teórica comienza al comprender Jung que la libido es una fuerza psicológica más amplia y omnipresente que lo que Freud supuso.
Por aquella época tuvo varios sueños reveladores; en uno de ellos se encontraba en una ciudad moderna cuando vio a un caballero con toda su armadura; llevaba una túnica blanca con una cruz roja –un cruzado-. Nadie parecía notar su presencia. Jung lo asoció con su propia búsqueda del Grial, de algún profundo sentido de la existencia: era el símbolo de su propio yo esencial.


Jung y su otro yo: FIlemón

Entró en crisis en esta época de su vida, igual que le pasó a Adler, el creador de la psicología individualista, pero la forma de vencer Jung esa crisis fue distinta. Nos dice Colin Wilson: "Su mente necesitaba recorrer, con libertad, amplios campos en literatura e historia; se sentía sofocado como un simple médico. Ocho años de trabajo clínico en el Burghölzi le habían proporcionado su ración de "realidad"; ahora estaba hambriento de poesía, de mito, del "mundo de los elfos".
En primer lugar, tenemos que mencionar una extraña obra que escribió en esa época de crisis, que algunos no han querido reconocer como perteneciente a Jung: los "Siete sermones a los muertos", extraño libro que escribió en sólo tres tardes, pero que reúne sus inspiraciones y visiones en el periodo que va desde el 15 de diciembre de 1916 al 16 de febrero de 1917. La creación de este libro fue anunciada por acontecimientos sobrenaturales y se vio colmada de fenómenos de naturaleza parapsicológica. Nos cuenta Stephan Hoeller: "Una multitud de espíritus parecía llenar la habitación, y de hecho toda la casa, y nadie podía siquiera respirar normalmente en el vestíbulo infestado de fantasmas".
El título figura en latín, "Septem sermones ad mortuos", y luego continúa en alemán con el subtítulo: Siete exhortaciones a los muertos, escritas por Basílides en Alejandría, la ciudad donde se unen Oriente y Occidente. "Los siete sermones" y el posterior "Libro rojo" son, en palabras del propio Jung, la fuente de todas sus obras.
En el Libro Rojo expuso dibujos y pinturas que eran expresión de sus visiones y profundizaciones en su mundo interior. En esa época Jung declaró tener dos naturalezas, la personalidad número 1 y la número 2, el yo cotidiano y la que llamaba "Filemón"; la segunda era la fuente de sus sueños. Jung el místico guiaba e inspiraba al Jung científico. Es curioso que gran parte de sus experiencias originales sobre el inconsciente surgidas a partir de su gran transformación –la época de su crisis y afirmación interna en su misión en la vida–, no sólo las mantuvo reservadas en vida, sino que después de su muerte sus herederos guardan una actitud reservada. Lo verdaderamente fascinante es descubrir que la mayor parte de su trabajo científico, si no todo, puede estar basado en revelaciones visionarias.
Empezó a viajar a diferentes países del mundo, el norte de África, Argelia, Túnez… También Norteamérica, donde conoció a los indios "pueblo", e hizo amistad con Ochwiay Biano, "Lago de la Montaña", que era el chamán de la tribu. Allí encontró una mentalidad diferente característica de los pueblos primitivos, tal vez más en armonía con la Naturaleza que el occidental; Lago de la Montaña le decía a Jung que el occidental, por sus propios rasgos físicos, parecía un ave de presa, estaba siempre nervioso, iba siempre buscando algo, y que nuestra civilización occidental, con sus metrópolis, sus aviones, sus coches, sus relojes, su ir corriendo de un lado a otro sin saber muy bien por qué ni adónde, de alguna manera se manifestaba en el propio rostro del hombre occidental, que estaba un poco loco porque "pensaba con la cabeza". "¿Cómo que loco porque piensa con la cabeza? –inquirió Jung– ¿y ustedes con qué piensan?". "Nosotros con el corazón", fue la respuesta de Lago de la Montaña.
También en esa época de crisis irá a Alejandría, donde tuvo lugar una curiosa anécdota. Estando en casa de un quiromántico, cuando le leyó la mano se quedó mirándole a los ojos y le dijo: "usted es uno de los más grandes hombres que nunca he visto… No puedo decir más". Más tarde Hermann Hesse contribuyó postulando: "Jung es como una montaña". Lo que nos podría dar atisbos de la realidad de este psicólogo suizo. Jung fue algo inmenso, mucho más de lo que se apresa en sus obras; es algo más que su propia vida, hay algo detrás de él que nos hace creer en la afirmación de alguno de sus discípulos que consideran como "El último mago", "El último místico", aquél que se atrevió aún a ofrecer un poco más de luz.
Viajará también a la India en 1938, invitado especialmente por el Gobierno a participar en la celebración del 25 Aniversario del Congreso Indo de Ciencia. Allí Jung pudo conversar largamente con los monjes acerca de los ritos ceremoniales, y se afirmó en sus ideas al encontrar en los Vedas, en los Upanishads, en toda la tradición inda, budista y brahmánica, sus propias intuiciones expresadas en otra terminología. Los arquetipos del inconsciente colectivo, la sincronicidad, el ánima, el animus… Todos sus conceptos los va a encontrar explicados más sencillamente en la India. Descubrió en esa tradición milenaria los intentos y logros de miles de sabios que ahondaron en el mundo de la psique, de lo invisible, en el universo de las causas que producen los fenómenos.
Descubrirá un libro lleno de misterios y evocador de enigmas, el I Ching, que ya consultaba desde el año 1900, y que seguirá consultando toda su vida. "En realidad, la sabiduría del "I Ching" tiene su base, no en el principio de causalidad, sino en otra ley que hasta ahora ha pasado inadvertida porque en la vida corriente es inaplicable, a la cual he dado provisionalmente el nombre de principio sincrónico. Es un importante sistema que intenta en cierto modo ordenar el juego de los arquetipos y hacerlo legible. El papel de mediador entre los acontecimientos del mundo exterior y la situación interior corresponde en ello al número".



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