jueves, 30 de julio de 2009

Grandes artistas malditos

Richard Dadd




El 8 de enero de 1886 murió el artista británico Richard Dadd, después de haber pasado 42 años encerrado en varios centros de reclusión para lunáticos. Tras un viaje por Italia, Grecia, Turquía y Egipto, una insolación le hizo perder el contacto con la realidad. Después de matar a su padre, Dadd se dedicó intensamente a la pintura. El gran golpe del leñador mágico es una de sus obras, que regaló a uno de sus enfermeros de un manicomio y que ahora se puede ver en la Tate Gallery de Londres. Es un óleo obsesivo que suscita la reflexión sobre el peso de lo irrevocable.

(El gran golpe del leñador mágico), fue pintada en el manicomio de Bethlem entre los años 55 y 64 del siglo pasado. Su autor, Richard Dadd, artista, parricida y demente, murió el 8 de enero, hace 100 años, tras haber pasado 42 encerrado en varios centros de reclusión para lunáticos. .Richard Dadd nació en agosto de 1817 en Chatham (Kent), hijo de un distinguido químico que unos años más tarde se instaló en Londres. En esta capital realizó sus estudios de arte y pronto se hizo notar por obras de delicada fantasía plasmada con preciso realismo, como Puck,Titania sleeping y, sobre todo, Come into these yellow sands, una cabalgata de danzantes feéricos en una playa a la luz de la luna que fue la sensación de la exposición anual de la Royal Academy en 1842. Dadd tenía 25 años, y en esa misma fecha partió con su amigo sir Thomas Philips, antiguo alcalde de Newport, a un viaje iniciático por Italia, Grecia, Turquía y Egipto. En el trayecto realizó numerosos esbozos -la Salute de Venecia, olivos de Atenas, camellos turcos, paisajes de Rodas...- y algunos óleos de tinte oriental, muy dentro del gusto victoriano que comenzaba a perfilarse. En la Navidad de 1842 sufrió una fortísima insolación en Egipto que hizo temer por su vida.
A partir de entonces su imaginación se desbocó por rumbos sublimes y peligrosos.
Cuando volvió a Inglaterra, Richard Dadd se sabía poseído por él dios egipcio Osiris, qué había decidido convertirle en su emisario e instrumento. La tarea que le encomendó era urgente y vasta: acabar con las manifestaciones del diablo que pululan por el mundo. Una de las advocaciones satánicas más evidentes encarnaba en sir Thomas Philips, su ex compañero de viaje; otra, aún peor, en su propio padre, el reputado químico que tantas ilusiones tenía depositadas en el hijo artista.
Robert Dadd se resistió a reconocer la insania de su hijo y aspiró a curar las secuelas de la fatal insolación por medio del reposo. Pese al dictamen sin ambages del doctor Alexander Sutherland, que consideró que Richard ya no era responsable de sus actos, el padre siguió resistiéndose a internar a su hijo en un manicomio. Entre tanto, la voz de Osiris no cesaba en sus secretas amonestaciones y su enviado en la tierra tramaba un plan exterminador.
Con el pretexto de que una estancia en su tierra natal le repondría, Richard citó a su padre en Cobhan y allí se reunieron para cenar en Ship Inn. Después salieron a dar un paseo. A la mañana siguiente, el padre fue encontrado apuñalado en una zanja y Richard huyó a Francia, donde Osiris iba a señalarle nuevos avatares diabólicos que debían ser inmolados. Fue arrestado cerca de Fointainebleau, tras haber agredido a un desconocido en un vagón de tren, un poco al modo del personaje de Gide en escaves du Vaticain.
Internado en el State Criminal Lunatic Asylum, dependiente del Betlhem Hospital, Richard Dadd dio por terminada su misión de mayal del dios y volvió a su oficio de pintor. Produjo obras de diseño minucioso y propósito inquietante, cómo su Oberon y Titania, la perturbadora acuarela titulada The child's problem, o su serie sobre las pasiones humanas.
También efectuó apuntes plácidamente sombríos de la rutina manicomial. Pero, sin duda, la más memorable de sus creaciones fue el pequeño óleo (22 por 16 pulgadas) en el que se retrata de una vez por todas el magistral golpe del leñador mágico, cuya realización le ocupó casi 10 años y que dejó inacabado al ser trasladado al manicomio de Broadmoor.
En un escenario de abigarramiento obsesivo, pintado al microscopio, sin huecos ni alivio, el anónimo leñador se dispone eternamente a descargar su hachazo definitivo sobre una gigantesca castaña. Diversos personajes de fábula, elegantemente hechizados o grotescos, margaritas atentas, juncos, frutos caídos, observan con aliento suspenso la ejecución de lo inminente. Quizá esperen ser rescatados por ese sacrificio a la vez implacable e incruento, duplicación misteriosa de aquel otro, sanguinario, que los esclavizó en el jardín alucinante. Es la vivencia desgarradora del tiempo en la acción lo que está allí pintado, como bien resume Octavio Paz en su comentario de la obra: "La espera es eterna: anula el tiempo; la espera es instantánea, está al acecho de lo inminente, de aquello que va a ocurrir de un momento a otro: acelera el tiempo".
Eterno retorno de lo mismo tan raudo que ni siquiera llega a ocurrir la primera vez, y así consigue su particular infinitud, juntamente opresiva y fascinadora. En el pequeño óleo no se distingue ni una pincelada: las figuras no parecen pintadas, sino injertadas en un decorado tangible.
Trasladado a Broadmoor, Richard Dadd regaló su obra maestra inacabada a uno de sus enfermeros. En su nueva penitenciaría sobrevivió aún 21 años, hasta el 8 de enero de aquel 1886. Oh tú, visitante de la Tate Gallery, detente un momento ante este momento detenido del leñador mágico, reflexiona sobre el peso de lo irrevocable y da gracias por tu frágil cordura al oscuro destino que ignoras.




fuente: elpais.com

Grandes cientificos alternativos

Wilhelm Reich y el orgasmo cósmico



La historia de cómo este prestigioso psicólogo vienés, discípulo y protegido de Sigmund Freud llegó a dominar el clima y a desencadenar a voluntad las tormentas y las lluvias es uno de los hitos más fascinantes del desaforado siglo XX. Merece que le dediquemos unas líneas a esta gesta y a su genial autor: Wilhelm Reich.Reich llegó a la cima de su reconocimiento como psicólogo en 1926 con la publicación de un libro revolucionario: “La función del orgasmo”. En él venía a concluir que la energía desplegada durante un buen polvo equilibraba las funciones del organismo, dando paso a un individuo sano.Pronto comprendió que esta energía, muy evidente durante la descarga orgásmica, se encontraba en realidad diseminada en todo el espectro de la creación, como una especie de halo vital, una energía que “precede a la materia y la genera”, justamente lo contrario que la energía atómica (que parte de la destrucción de la materia). Consiguió aislarla y definirla en su mínima unidad: el Orgón, y a partir de ella creó una nueva ciencia, la orgonomía. Aquí comienza su historia de genio incomprendido: sus teorías sexuales le valieron la expulsión de varios países de Europa por inmoral y agitador, de la Asociación Psicoanalítica por comunista y del partido comunista por freudiano.Así las cosas, recala en los Estados Unidos y acaba desarrollando su creación más celebrada, que lo colocaría a la altura de un Einstein: el “acumulador de orgón” y su aplicación más espectacular: el Cloud-Buster o cañón rompenubes, con el que demostraría que los cielos tienen sexo.Partiendo de su idea de que la energía sexual y la energía cósmica son dos manifestaciones de una misma cosa, llegó a la conclusión de que si un buen orgasmo era capaz de regular el buen funcionamiento del cuerpo humano, la potencia orgiástica de la capa atmosférica que recubre la tierra podía ser redistribuida para modificar el clima allí donde fuese necesario. El instrumento diseñado para tal empresa fue el Cloud-Buster, un cañón compuesto por un haz de tubos de un mínimo de cuatro metros de longitud que, apuntados convenientemente hacia un sector del firmamento no disparaba nada. Porque el cañón de Reich no disparaba. Absorbía. Con sus tubos huecos dirigidos hacia el centro de una nube de vapor de agua, Reich calculaba que el exceso de “energía orgónica” concentrada sería aspirado y reconducido a través del artefacto hacia el fondo de algún lago cercano.Así, en 1953, en unos terrenos de su propiedad, Reich apuntó con su cañón al centro de una nube y esperó. Al tiempo la nube comenzó a disgregarse: ¡¡el experimento había sido un éxito!!. Reich pensó, con buena lógica, que si el Cloud-Buster tenía el poder de disolver una nube, también podría llegar a formarla. Todo consistía en apuntar esta vez a la periferia de la nube, a una zona donde el cielo estuviera despejado. Así lo hizo y esperó. Esperó, y entonces... ¡¡una pequeña nube comenzó a formarse ante sus ojos!! Reich habrá sonreído bajo la lluvia desatada: había triunfado.Intentó entonces el “más difícil todavía”. ¿Qué pasaría si el cielo estuviera totalmente limpio, sin rastro de tormenta? ¿sería capaz el Cloud-Buster de formar una nube en esas condiciones? Dirigió otra vez los tubos al cielo un soleadísimo día de primavera y esperó, otra vez esperó, y esperó más tiempo. Y en un determinado momento, una nubecilla algodonosa apareció en el firmamento, despejando toda duda: el Cloud-Buster funcionaba, sólo le requería más tiempo reagrupar los excedentes de “energía orgónica” traídos desde tan lejos.Las autoridades americanas, puestas en aviso sobre las actividades del genio, lo llevaron ante los tribunales. La excusa: lo acusaron de vender acumuladores de orgón, “simples cajas vacías”, según los jueces. Siguiendo órdenes estatales, sus publicaciones fueron quemadas en acto público, y Wilhelm Reich murió en la cárcel en 1957.Un inexplicable manto de olvido recae hoy sobre la obra de Reich, el padre del orgasmo cósmico. Él llevó la idea de la libertad sexual hasta sus últimas consecuencias, y eso le valió persecuciones y desprestigio. Él fué el primer hombre de ciencia en reivindicar el sexo como fuente de salud y de placer, y de paso provocar la lluvia en zonas de sequía. ¿Por qué el mundo desprecia a sus prohombres?
fuente:lacajanegrablogia.com

William Campbell

el beatle fantasma


De los grandes complots que marcaron el siglo, ninguno es tan inquietante como el que vamos a recordar hoy.Ni la misteriosa muerte del Papa Juan Pablo I, ni el asesinato de JFK llegaron a sacudir los cimientos de nuestra civilización occidental como lo hizo la asombrosa confabulación que ocultó la muerte de uno de los integrantes del grupo musical más famoso del mundo: los Beatles.Hagamos memoria y recapitulemos:Paul McCartney muere en un terrible accidente de coche un día de noviembre de 1966.La discográfica de los Beatles, con la venia del resto del grupo, organiza un “concurso de dobles”, del que sale elegido un tal William Campbell, policía canadiense aficionado a la música, como sustituto del beatle muerto.Hasta aquí todo bien. Campbell no solo es idéntico físicamente a Paul; además canta como Paul, toca el bajo igual que Paul y es un compositor tan dotado como Paul. Solo que no es Paul. Es William.El caso es que el grupo empieza a dejar “pistas” en todos sus discos, que hacen referencia a la muerte del beatle, y esto desata una auténtica fiebre conspiranoica que dispara a cientos de miles de “mulders y scullys” de todo el mundo a la frenética búsqueda de claves secretas de la gran confabulación.Hasta unos 100 mensajes cifrados se han llegado a detectar en la obra del cuarteto, que aireaba de esta manera el secreto de la muerte de Paul. No quiero ni imaginar el terrible trauma, la increíble presión psicológica que este proceso debió suponer para el pobre William Campbell.Las pistas son tantas que sería imposible dar cuenta de todas, así que recordaremos las más llamativas.Las portadas de los discos: Están repletas de referencias a la muerte de McCartney. Los fans de todo el mundo las han analizado de forma harto más minuciosa que a la trayectoria de la bala que mató a Kennedy, sin duda alguna.En tres de ellas (Sgt. Peppers, Yellow Submarine y Revolver) hay una mano abierta encima de la cabeza de Paul. Esto, según la tradición india, señala a una persona que ha muerto recientemente.En la famosa portada del Sgt. Peppers, además, se escenifica claramente un funeral. Y en la tierra, debajo de las flores rojas que forman la palabra “beatles”, vemos unas flores amarillas que dibujan la forma de un bajo (el instrumento de Paul). Si miramos con atención, veremos que las flores forman también la palabra “PAUL?”.En la contraportada, el falso Paul es el único de los cuatro que aparece de espaldas.La portada de Abbey Road también escenifica un cortejo fúnebre. La vestimenta de los cuatro nos sugiere que John va de predicador, Ringo de doliente, George de sepulturero y Paul, descalzo y con los ojos cerrados, de difunto. Es, además, el único que marcha con el paso cambiado y lleva un cigarrillo en la mano derecha (cualquiera sabe que McCartney era zurdo). La matrícula del coche de la izquierda no deja lugar a dudas: 28IF, es decir, Paul tendría 28 años SI (if) estuviera vivo.Sería ocioso ahondar aquí en las pistas contenidas en las letras de las canciones. Baste decir que prácticamente todas traen alguna referencia a la muerte de Paul. No es exagerado afirmar que algunas canciones han sido escuchadas más veces del revés que del derecho, en la inacabable tarea de desenterrar mensajes cifrados.En fin, a pesar de lo abrumador de las evidencias, William Campbell nunca ha llegado a ser oficialmente desenmascarado. ¿mito o realidad?

Grandes miedos de la humanidad

Enterrados vivos


Se trata de uno de los miedos más intensos y primarios. El ser humano siempre ha sentido pavor a despertar en el interior de un ataúd, sepultado bajo tierra. La historia está plagada de casos semejantes y de inventos y trucos para escapar a esa posibilidad. Desde la época griega hasta hoy, la pregunta siempre ha sido la misma: ¿de verdad se entierra viva a la gente? A comienzos de los años 80 del siglo XX, la prensa alemana publicó una serie de reportajes sobre posibles fallos en el diagnóstico de la muerte de diversos ciudadanos. Realmente no hubo datos concretos para asegurar que esas personas habían sido enterradas vivas, pero los diarios sensacionalistas hincharon la noticia hasta crear un tremendo clima de alarma social. Volvía a resurgir un miedo que parecía ya superado: ser sepultado en vida. Precisamente fue Alemania la nación que más había temido esa posibilidad en el pasado, la que más debatió sobre el tema y de la que surgieron los inventos más fascinantes para erradicar tal miedo. Ya desde la Antigüedad clásica se conocen casos de personas a las que se enterró sin certificar correctamente su muerte. Tanto el cónsul Acilio Aviola, como el pretor Lucio Lamia, despertaron en sus respectivas piras funerarias antes de ser incinerados. El historiador Plinio “el viejo” menciona estos episodios y algunos más en los que personas que fueron llevadas en sus féretros regresaron a casa andando tras “revivir” en el último instante. Plutarco habla de un hombre que se despeñó y permaneció inmóvil durante tres días, volviendo en sí cuando sus amigos ya lo trasladaban a la tumba, y Platón relata otros sucesos semejantes en sus escritos. En aquel tiempo la medicina consideraba como signo de muerte más fiable la ausencia de latidos en el corazón, pero hoy se sabe que determinados casos de traumatismo craneal, la epilepsia, la hipotermia o la intoxicación por drogas, pueden colocar al sujeto en una situación muy cercana a la muerte, pero con posibilidad de reanimación. En el pasado esto no se sabía, aunque ya el célebre médico griego Galeno aconsejara ser prudentes ante la histeria, la asfixia, el coma y la catalepsia. Tal recomendación no evitó que, con toda seguridad, cientos de personas acabaran “resucitando” en sus féretros o mortajas, muriendo por la ausencia de aire. El hombre aprendió a vivir con esa posibilidad, hasta el siglo XVII, cuando el miedo a despertar sepultado fue el centro de un acalorado debate entre los científicos de la época. La culpa la tuvo el libro de Christian Friedrich Garmann De miraculis mortuorum, un tratado sobre los milagros de los muertos que vio la luz en 1670 y que se fue ampliando hasta llegar a las doce mil páginas. En él, Garmann refleja las creencias y supersticiones del mundo de los cadáveres. Los lectores encontraban en su lectura cuerpos sin vida que aumentaban de tamaño, se movían, reían, y hasta cadáveres cuyos corazones continuaban latiendo. De aquel libro provienen muchos de los relatos que, a la postre, sembrarían el terror a ser enterrado vivo. Hay historias de mujeres muertas que, tras ser desenterradas, se observa que dieron a luz a niños en el féretro, cuerpos que aparecían con los dedos comidos y con las mortajas arrancadas a dentelladas. Para los hombres de aquella época todo se debía a casos de vampirismo o a milagros de carácter apocalíptico. Tuvieron que pasar 50 años para que el libro Disertación sobre la fiabilidad de los signos de muerte, del médico y traductor francés Jean-Jacques Bruhier, explicase que esos fenómenos no se debían a la actuación de vampiros, sino al imperdonable hecho de haber enterrado vivas a tan desdichadas personas. Bruhier suponía que al despertar de su letargo, el “muerto” se automutilaba en pleno ataque de histeria al descubrir su verdadera situación, llegando incluso a comerse sus mortajas. El miedo se extendió con rapidez, y afloraron otros libros como el Tratado sobre los gritos y la masticación de los cadáveres en la tumba. Estaba claro que los signos de certificar la muerte utilizados hasta entonces eran poco seguros. Para ejemplarizarlo se mencionaban casos como el del soldado François de Civille, de quien se decía que había nacido mediante cesárea de su madre muerta y exhumada. Más tarde, herido de gravedad durante el sitio de Ruán, fue enterrado en una fosa común para estupefacción de su criado, que lo sacó de allí al constatar que seguía vivo. Y aún por una tercera vez, sería enterrado en vida y sacado de la tumba a los tres días. Con estas historias lo que se conseguía, más que otra cosa, era atemorizar a la población europea que veía que los médicos eran incapaces de certificar, con total seguridad, cuándo alguien entraba en el mundo de los muertos, a excepción de los signos de putrefacción, que sí se consideraban señal inequívoca de muerte. La casa de los muertos Así fue como surgieron de la imaginación popular tretas e inventos para burlar esa posibilidad y escapar incluso de la tumba si uno recobraba la consciencia en su interior. El método más antiguo fue el de alargar el momento del entierro. En un primer instante, los cuerpos considerados sin vida eran enterrados a las pocas horas del fallecimiento, pero cuando el público supo que los médicos podían fallar al certificar la defunción, se comenzó a pedir en el testamento que el entierro se pospusiera hasta tres días, para dar tiempo a que el cuerpo “despertara”. El problema residía en que si realmente se trataba de un cadáver, el proceso de putrefacción provocaba la emanación de olores insoportables, además de la visión constante del familiar deteriorándose. Para remediarlo, en Alemania surgieron las llamadas Leichenhaus –casas de muertos–. La primera se construyó en Weimar en 1792 con el nombre de Vitae Dubiae Asylum o “Asilo para la vida dudosa” y su diseñador fue el médico Cristoph Wilhelm Hufeland. La idea era levantar un lugar en el que se albergaran los cadáveres en un entorno cálido a la espera de que surgieran los signos de putrefacción, o bien, el “despertar” del cuerpo. Con el tiempo se construyeron más “hogares” semejantes en otras ciudades europeas dotándolas de mayores adelantos. En la de Berlín, unos hilos que se ataban a los dedos de los internos iban conectados a una gigantesca campana central. Si uno de ellos despertaba, el movimiento reflejo del cuerpo la haría sonar avisando al vigilante. Algo parecido sucedía en la Leichenhaus de Munich, donde la campana se sustituía por un armonio de grandes dimensiones con fuelles que contenían aire a presión. Aquí el inconveniente estribaba en que los gases de la putrefacción accionaban a menudo el armonio involuntariamente, convirtiendo el trabajo del guardia en una pesadilla. Tampoco se escatimó en lujos. La “casa de muertos” de Berlín disponía de diferentes salas según fuera el sexo y la condición social del difunto, otras se construyeron en mármol al estilo de la Villa Rotonda de Andrea Palladio, incluso las hubo con jardines adornados a base de esfinges y estatuas… Estas construcciones cayeron en desuso muy tempranamente, hacia el final del siglo XIX. En primer lugar por el alto coste que representaban, y en segundo lugar por su escasa utilidad. Durante los 29 años en los que estuvo en funcionamiento la Leichenhaus de Breslau, tan sólo 19 cadáveres entraron en sus salas. Un dato parecido al del resto de localidades. Además, ni uno sólo de los 46.000 cadáveres que se calcula albergaron todas las Leichenhaus llegó a “resucitar”; ocasionando, por el contrario, un olor pestilente en las estancias que impresionaba profundamente a familiares y a turistas como Mark Twain o Wilkie Collins, que pagaban su entrada al ser catalogadas como puntos de interés turístico. Ataúdes de seguridad La alternativa a las “casas de muertos” fueron los ataúdes de seguridad. El primero lo construyó en 1792 el duque Fernando de Brunswick, en un intento por disipar su pavor a ser enterrado vivo. El ataúd estaba provisto de una ventanilla que dejaba entrar la luz, un respiradero y una tapa con cerradura en lugar de clavos. A su muerte, el duque sería enterrado con las llaves del féretro y de la cripta. Otros ataúdes iban provistos de tubos que conectaban el interior de la caja con el exterior del cementerio por los que se podría respirar y pedir auxilio. También los había conectados a la campana de la iglesia mediante un hilo, o con potentes timbres mecánicos instalados en la cabecera. A pesar de que hasta 1925 tan sólo en Estados Unidos se presentaron 22 patentes para ataúdes de seguridad, estos tenían tantos inconvenientes que no anularon el miedo a despertar en la sepultura. Muchas personas siguieron optando entonces por incluir en sus testamentos la petición de que se les enterrara decapitados o con las venas abiertas. Por ello, el interés se centró en mejorar la certificación de la muerte ya que los médicos se confesaban incapaces de distinguir un vivo de un muerto en ausencia de descomposición corporal. Se crearon concursos para investigar sobre los signos de muerte. Así surgió el premio “Manni”, en cuya tercera edición se presentó un invento revolucionario: el estetoscopio. Su creador fue el médico Eugène Bouchut y tuvo que competir con otras ideas como la de verter astringentes en el estómago por medio de una bomba estomacal, colocar sanguijuelas cerca del ano del difunto o tenazas en los pezones para propinar sacudidas eléctricas, verter agua hirviendo en un brazo, clavar una larga aguja en el corazón o quemar las sienes con un hierro al rojo vivo. Tan disparatadas ideas mantenían la misma finalidad: averiguar el verdadero estado del presunto cadáver. Afortunadamente, el vencedor fue Bouchut, al convencer al jurado de que la ausencia de latidos en el corazón durante dos minutos era signo inequívoco de falta de vida. Y para certificarlo, nada mejor que su estetoscopio. El inconveniente residía en que los estetoscopios de la época eran muy primitivos, fabricados de madera maciza. Para remediarlo, su creador sugirió aumentar la auscultación hasta los cinco minutos, pero sus detractores no aceptaron la propuesta. A finales del siglo XIX, sin embargo, su método basado en la ausencia de latidos audibles era considerado ya por los médicos como una muestra fiable de la muerte y fue el criterio seguido hasta la actualidad, a pesar de las reticencias de ciertos facultativos escépticos y alarmistas que no creían en la efectividad del aparato. ¿Realmente hubo enterrados vivos? Parece ser que efectivamente los médicos, hasta no hace mucho tiempo, fallaron en múltiples ocasiones sobre sus veredictos a la hora de declarar a alguien difunto. Las causas ya se han esgrimido anteriormente: la escasa fiabilidad en los signos de muerte utilizados hasta la llegada del estetoscopio. La interrogante reside en saber si ese fallo se cometía con asiduidad o, por el contrario, era algo esporádico. Para averiguarlo no pueden contabilizarse las historias de revividos que ilustraban las páginas de los diarios sensacionalistas de entonces, ya que investigadores escépticos del siglo XIX como Eugéne Bouchut o Alexander van Hasselt demostraron que muchas de estas crónicas periodísticas procedían de la imaginación y que incluso manuales de medicina sobre enterramientos prematuros se basaban en las mismas a la hora de ser redactados. Gran parte de las pruebas que los alarmistas manejaban se basaban en informes de cadáveres y esqueletos hallados en posturas antinaturales tras su exhumación. No se tenía en cuenta que el traslado del ataúd o los propios gases de la putrefacción podían provocar que los cuerpos cambiasen de postura dentro de la caja, e incluso provocar la expulsión de un feto del útero materno. Además, hoy se sabe que las ratas pueden inferir en un cuerpo lesiones idénticas a las que se atribuían a esos hombres en un forcejeo por liberarse del ataúd, incluyendo la mordedura de dedos y de la mortaja. Todo apunta a pensar que esos diagnósticos erróneos se producían cada vez con menor asiduidad, a excepción de los períodos de guerra y de epidemias, donde la necesidad de deshacerse de los cuerpos llevaba a menudo a sepultar a moribundos por miedo al contagio. Con el paso del tiempo, los médicos se volvieron más cuidadosos en sus dictámenes por el miedo y la presión popular, y aún así, en los siglos XIX y XX, todavía se contabilizaron historias de enterramientos prematuros. Como es natural, no existen informes en los que un facultativo reconozca su error, pero efectivamente a través del tiempo ha sido posible conocer diversos casos que desgraciadamente llegaron a producirse. En 1867 una mujer despertó en su ataúd cuando el sepulturero ya estaba echando tierra sobre él. En el archivo fotográfico del Wellcome Institute de Londres se conservan dos imágenes de un hombre en la ciudad china de Nanking, con aspecto de mendigo, al que se le creyó muerto por una parálisis y se le dio sepultura. Una semana después, unas personas oyeron golpes procedentes de la tumba que, al ser abierta, mostró a su ocupante totalmente escuálido, pero vivo. La fotografía se tomó a comienzos del siglo XX. Sin embargo, incluso en una época tan avanzada como 1986, un drogodependiente despertó en el depósito de cadáveres de Redhill, Inglaterra, tras permanecer varias horas rodeado de cuerpos inertes. Estos casos seguramente no serán únicos, pero la profesión médica prefiere no hablar de ellos, amparándose en la supuesta infalibilidad actual de los signos de muerte y en la obligación de efectuar un examen al cuerpo. Además, el pudor de las familias o la intención de proteger al facultativo incompetente han provocado, según los estudiosos, su silencio. A comienzos de los 90 se publicaron algunos libros alarmistas que no tuvieron éxito y aunque todavía pudieron verse titulares como el publicado en 1995 en Londres con la leyenda de “Connie Palmer falleció en una casa de pompas fúnebres de Wellington, Nueva Zelanda, después de que su madre Carold, víctima de un ataque al corazón, se incorporara en su ataúd”, el miedo a ser enterrado en vida ha perdido mucha de la fuerza que tuvo antaño. Quizá porque, como aseguran los empresarios de las funerarias, todo cadáver que pasa por un taller de embalsamamiento no vuelve a levantarse. Quién sabe…
Fuente: Taringa

miércoles, 29 de julio de 2009

Grandes músicos alternativos

Serge Gainsbourg



En el décimo aniversario de su muerte, el mayor revolucionario de la música francesa recibe multiples homenajes. Más moderno e influyente que nunca, Serge Gainsbourg sigue rompiendo tabúes.
«Mi vida es un triángulo de alcohol, gitanes y mujeres», dijo un día. Serge Gainsbourg, músico, compositor, cantante de cavernosa voz, poeta, escritor, cineasta, actor, pintor, fotógrafo, intelectual ganador de un festival de Eurovisión, provocador público, desastrado congénito, pionero de la liberación sexual, renovador de la canción francesa, payaso, amante, referencia estética de toda una generación. Un personaje tímido refugiado en una careta de cinismo malévolo, que gustaba definirse como L’Homme à la Tete de Chou (chou: col, en argot galo, pene). O sea, en plata, El Hombre con Cabeza de Nabo.Tuvo a las mujeres más bellas de su época, les escribió canciones tórridas, las fotografió sin ropa para la posteridad y las rodó en filmes de bajo presupuesto y mucha cama. La opinión pública le censuró duramente, la prensa rosa le persiguió, las radios prohibían sus discos y sus intervenciones televisivas («Quiero follar contigo», le espetó en directo a la remilgada Whitney Houston) siempre se saldaban con un pataleo generalizado. A él, sin duda, le hubiera gustado ser recordado por su enorme talento para la melodía, desde el yeyé hasta la música clásica, pasando por la chanson, el pop, el reggae y la experimentación. O por sus letras, increíbles ejercicios de lenguaje, que jugaban con la sonoridad de las palabras, el doble y el triple sentido de las frases, las onomatopeyas, la filosofía, la obsesión sexual, el amor y la muerte.Pero no, todo el mundo le conoce y le admira por haber creado y cantado a dúo con Jane Birkin el himno erótico por excelencia de los 70, esa cadencia lentorra apoyada en un órgano agónico, llena de susurros, gemidos y voces entrecortadas, que fue censurada en nuestro país y se titula Je t’aime moi non plus. «La gente se escandalizó porque decían que habíamos hecho el amor en directo en el estudio —comentó Gainsbourg—. Pero es mentira. Si lo hubiéramos hecho, no habría salido un single de cuatro minutos, sino todo un elepé».Madonna y Javier Álvarez se han mostrado interesados últimamente en hacer una nueva versión de dicho tema. El cantante madrileño estuvo barajándolo como una de las versiones que ha reunido en su reciente álbum, Grandes éxitos, pero no se lanzó. Y la Ciccione ya ha sido contactada para participar en un futuro disco de homenaje. La hija de Serge, Charlotte, conoce a la diva tras haber recitado las estrofas introductorias de What It Feels like for a Girl, en Music, y al parecer ha sido ella quien se lo ha pedido a su amiga.El hijo pródigo. Mientras, el país galo se prepara para festejar con todos los honores el décimo aniversario de la muerte del hijo pródigo, el 3 de marzo, con documentales televisivos, conciertos y hasta cinco nuevas biografías que se editarán ese día. Aquí, la discográfica malagueña Pussycats publica el elepé coral Lucien Forever, con 17 adaptaciones del repertorio Gainsbourg, a cargo de admiradores indies como los estadounidenses Luna y Walkabouts, los ingleses Baby Birkin, las veteranas francesas Anna Karina & Katerine o los españoles Montreal 76, Souvenir y Bunbury.Pero el hijo de emigrantes rusos que estudió Bellas Artes por amor a Picasso, devoto de Boris Vian y disidente del mayo 68, amante de la buena vida y de las mujeres, nunca buscó la gloria sino divertirse creando en todas las disciplinas (llegó a rodar clips para Marianne Faithfull y spots para Woolite) y sorprender a su público con un hedonismo provocativo de trasfondo existencialista.La actriz y cantante inglesa Jane Birkin fue su musa, compañera e intérprete favorita en diversos estribillos lujuriosos como La décadanse o 69 Année érotique. Pero también hizo de pigmalión para Brigitte Bardot, France Gall, Catherine Deneuve, Isabelle Adjani, Francoise Hardy, su propia hija Charlotte (¡con un tema dedicado al incesto!) o Vanessa Paradis. En sus propios discos, reclutó a músicos de Miles Davis y a bandas de punk, y logró que el diario Le Figaro solicitara su expatriación en un editorial por culpa de su versión reggae de La Marsellesa.«Todo el mundo en París recuerda el día en que murió», comenta el dúo Air, abanderado del nuevo pop electrónico francés. «Fue como un shock, porque él estaba siempre allí, haciendo alguna locura. Era un punk, un poeta, era parte de nuestras vidas».Al día siguiente a su deceso, Brigitte Bardot leyó una elegía, las banderas ondearon a media asta y el presidente Mitterand decretó el luto nacional tras declarar: «Era nuestro Baudelaire y llevó la canción a la categoría de arte». Hoy, Bunbury le recuerda traduciendo al castellano una de sus canciones más definitorias, Requiem por un cabrón.



SERGE POR SERGE#


1 «La fealdad tiene algo de superior a la belleza: dura más».#


2 «Yo encarno todo lo que los chavales querrían ser: marginal, un poco anarquista, pero no demasiado. Y es un lujo poder ser así y tener tanto éxito».#


3 «El amor sin filosofía es como el café. Se queda frío enseguida».#


4 «No soy un cínico como algunos pretenden, soy un romántico. Me he hecho cínico como reacción a la gente, que siempre me ha echado en cara mi fealdad y mi franqueza».#


5 «No tengo nada que decir sobre la felicidad. En general, no me interesa. Tengo momentos felices con algunas mujeres y me los guardo para mí. Lo que dejo para el público son mis momentos turbulentos».#


6 «No puedo daros la receta de una buena canción, pero siempre puedo enseñaros a preparar un buen cóctel de bourbon».#


7 «Cuando se tiene, como yo tengo, el alma doblada en plan feto, hace falta provocar para que se descontraiga».#


8 «Hay una frase terrible de mi padre que siempre me ha angustiado: “¿Para qué sirve la fama, si es para que te veamos tan poco?”».#


9 «Ponerse una máscara es una buena defensa. Yo creo que la he llevado durante demasiado tiempo y ya no logro despegármela. Por delante, está toda esa mascarada de la vida y detrás, un negro anónimo que hace el curro: ese soy yo».#


10 «En definitiva, nunca he dejado de ser un niño tímido y secreto, lo cual implica candor, inocencia, insumisión y salvajismo».








«Fue nuestro Baudelaire , nuestro Apollinaire ... Elevó la canción a la categoría de arte», dijo en su entierro François Miterrand, y la comparación con los malditos le sienta bien a Serge Gainsbourg . Autor de algunas de las más bellas canciones del siglo xx, también escribió una novela única, disparatada, cínica y filosófica, un homenaje a la pintura y la escatología en el París de los años sesenta. En palabras de John Zorn : «Nunca ha leído nada igual. Evguénie Sokolov le dará escalofríos. Le dará risa. Es probable que también le dé asco. La visión de gainsbourg es única: auténtica y convulsiva. Pero no olvide taparse la nariz.» Lucien Ginsburg nació en 1926 en el seno de una familia judía de origen ucraniano. Si su escandalosa vida como Serge Gainsbourg es rica en anécdotas, son sus canciones las que lo han hecho famoso. La javanaise , Manon , Je t’aime … moi non plus y el disco Histoire de Melody Nelson , con sus cínicos y complejos juegos de palabras y sus hermosas melodías, son una combinación exacta de perfección musical y poética. Serge Gainsbourg, uno de los personajes más importantes, con más superficie y más profundidad, de la historia de la cultura francesa y del pop en general, era un nerd en plan Steve Urkel hasta que lo conoció Vian. Desde entonces, desplegó sus talentos, como lo hace con su cola de plumas un pavo real, y nada en el mundo de la cultura volvió a ser igual.
Ahora se edita por primera vez en español la única novela de este compositor genial, que tanto se codeaba con los estándares de jazz como componía un tema de Eurovision. Además, la colección de DVDs Criterion -la mejor- ha reeditado una faceta más del genio que fumaba Gitanes: su papel de actor en la película Mr. Freedom.
La novelita de marras lleva un tiempo en las librerías. Titulada Eugenie Sokolov y editada por Antonio Machado Libros, relata las cuitas y desgracias de un alter ego de Gainsbourg que no puede respirar tranquilo por las continuas ventosidades que, en cualquier sitio y lugar, él mismo expele. Se supone que Gainsbourg pasó por los mismos problemas que su gemelo en la ficción, pero por su fealdad y no por ir suelto de vientre. He aquí un pequeño -revelador y proustiano- fragmento:

"Siguió un desfile de niñeras, como un baile de alta costura. Una me enseñó de paso el alfabeto cirílico, ésta los puntos de musgo y de jersey, aquella a tocar el armonio de fuelle, sin que ninguna resistiese más de tres meses el hedor que desprendía el mío"
Por otro lado, la película es del director experimental William Klein, también autor de Who are you, Polly Magoo? Delirio psicodélico con tintes políticos en la resaca del Mayo del 68, Mr. Freedom aúna la estética de los superhéroes con la fanfarria comunista y anticomunista de la Guerra Fría. Gainsbourg está allí para verlas venir, vestido de astronauta y de jugador de fútbol americano, y parece divertirse de lo lindo. Era de esos intelectuales serios que siempre que podían se reían. Una contradicción más: también era un pornógrafo que sólo podía fornicar vestido y con la luz apagada.Evguénie Sokolov , de contenido parcialmente autobiográfico, es la única novela de Gainsbourg.



martes, 28 de julio de 2009

LA SEÑORA RIUS

MADAME RIUS, DE 70 AÑOS, ES UNA INSTITUCIÓN EN EL MUNDO DE LA PROSTITUCIÓN CATALANA. EN 50 AÑOS DE OFICIO HA CONOCIDO LAS RAREZAS SEXUALES DE DALÍ, CELA, BELMONDO, EL REY FAISAL, ORSON WELLES...






Uno de los capítulos más jugosos y descarnados de la biografía de madame Rius -nombre artístico tras el que trabaja Lydia Artigas, 70 años, respetada y mítica dama de la prostitución catalana- es aquél que narra su encuentro con el genial Salvador Dalí en un burdel. Madame Rius sitúa el episodio, mediada la década de los 60, en el San Mario, uno de los prostíbulos más exquisitos de la Barcelona de entonces, donde ella trabajaba. El artista y su diabólico bigote hicieron su entrada rodeado de un grupo de impresionantes mujeres -altas y rubias- a las que llamaba las suecas y a quienes pedía que lo aclamaran junto a la plantilla del San Mario: «Divino, llamadme divino». Era la época en la que pintaba el Cristo crucificado, la del Dalí más excéntrico, aunque Lydia nunca imaginó que tanto. «Tráigame un pato», dispuso un firme y casi sexagenario Salvador Dalí tras sentarse en uno de los sillones del local. Cuando uno de los lacayos del pintor regresó con el animal -vivo- la joven quedó tan horrorizada que abandonó la estancia y se marchó al piso de arriba. Las suecas cogieron el pato y lo inmovilizaron con fuerza sobre una mesa mientras una de ellas desabrochaba a Dalí los pantalones. Le dieron un cuchillo al maestro y este lo usó para cortarle el cuello al bicho justo cuando lo penetraba. Disfrutaba con los estertores del pobre animal. «Me pareció muy altanero y arrogante», recuerda hoy la señora Rius, sentada en el salón de su piso de la calle Villarroel de Barcelona, donde continúa recibiendo y examinando a los clientes que se interesan por los servicios de sus chicas.
Ya retirada del ejercicio activo de la prostitución, tras seis décadas de oficio, ha decidido sacar a la luz sus vivencias en La señora Rius, de moral distraída, de Julián Peiró, recientemente publicado por la editorial Comanegra. «Para romper tabúes y porque vivo enamorada de mis recuerdos y es agradable contarlos», dice.
Dalí no es, ni mucho menos, el único personaje famoso con rarezas al que Rius desnuda en las páginas de su biografía. Cuenta que el escritor Camilo José Cela, también cliente del San Mario, solicitaba varias chicas para compartir habitación y les pedía que rompieran platos y más platos: vajillas enteras. La primera vez que lo vio, Lydia, extrañadísima, preguntó a sus compañeras por qué el autor de La Colmena encontraba placer montando semejante destrozo. «Parece ser que cuando era pequeño», le explicaron, «la chica que le cuidaba recibía constantes reprimendas de la madre del autor porque se le caían muchas cosas de las manos y se le rompían. El nos contó que al final comenzó a sentir cierta excitación con la imagen de su madre regañando a la chica y comenzó a reproducir las escenas con nosotras».
El día que welles la eligió
-¿Y qué pasó con Orson Welles?».
-¿Que qué pasó con Orson Welles? Pues que me lo hice, -dice sin darle mucha importancia, como si fuera lo más normal del mundo compartir cama con el protagonista de El Tercer Hombre o Ciudadano Kane.
«¡Se trataba del protagonista de Alma Rebelde! Pero cuando vino ya estaba mayorcete», matiza. «Era la primera vez que visitaba el San Mario, y, como no conocían sus gustos, le presentaron a ocho o nueve chicas. El alzó la mano y con el dedo me señaló a mí, que había visto todas sus películas, pero le recordaba sobre todo delgado, guapo, arrogante en sus botas de montar.Recuerdo que vino con un traje azul de alpaca que le daba un aspecto como muy desaseado, porque lo tenía cubierto de ceniza, y que fumaba mucho», cuenta frunciendo el ceño.
Lydia le elogió El tercer hombre (1949), y le explicó lo que le fascinaba su banda sonora. El actor, en un castellano perfecto, le contó que estaba en Barcelona escogiendo los escenarios para el rodaje en un pueblecito cercano. Se traba de la localidad de Argentona y de la película Campanadas de Medianoche, estrenada en 1965. Ella quiso sacudirle la ceniza del traje, pero él dijo que no hacía falta, que siempre iba así. Luego, la cogió por la cabellera, muy lacia, muy larga, y la atrajo hacia él. «Ah, me sentí Rita Hayworth», exclama en su destelleante salón, repleto de alfombras, de tapicerías que imitan animales salvajes y de cualquier objeto que sea dorado: desde cortinas hasta figuras de buda pasando por dos colmillos de elefantes barnizados también de color oro. En las paredes, copadas por retratos en blanco y negro de las estrellas de Hollywood, no queda ni un centímetro libre.
Entre sus servicios más excitantes y glamourosos está su cita en el Hotel Ritz con el rey Faisal de Arabia Saudí, que había llegado a la ciudad para una visita en la clínica oftalmológica Barraquer. Lydia se puso «como un flan». Era muy jovencita y temblaba no sólo por pisar el Ritz por primera vez, sino por estar con un monarca.
LA CORTE DEL REY DE ARABIA
No fue sola. La acompañaban una selección de las cinco mejores chicas del San Mario. «Al llegar al hotel dejamos los vestidos, bolsos y joyas en una habitación, y pasamos en ropa interior a una suite inmensa», recuerda. Para su sorpresa, allí había otras 30 chicas más. «Algunas estaban sentadas, otras de pie, unas en braguitas y sostenes, otras en combinación...». Al rato entró el rey Faisal -«muy alto y con gafas oscuras»-, ataviado con un batín precioso -«parecía de oro», dice-. Se levantaron y él las miró a todas. A algunas las rozó levemente con los dedos.Tras rondarlas durante unos 15 minutos, se marchó. Ellas se vistieron con cierto desconcierto y, después de recibir el pago del servicio, fueron devueltas con chóferes a sus respectivos puntos de partida.
«¡Lo de Belmondo fue terrible!», continúa Rius el repaso de famosos a los que atendió. El francés acabó una noche en el San Mario cuando visitaba la ciudad, en 1986. Cuenta Rius sin pudor que el actor le practicó sexo oral empleándose fuertemente con los dientes. «Por culpa de él no pude trabajar en tres días.Ay, a ese señor no me lo recuerde, ¡qué dientes tenía, de verdad! No entiendo cómo Catherine Deneuve y Ursula Andrews pudieron vivir con él», exclama mientras un perrito peludo con coletas llamado Ninot juega entre sus tacones de aguja.
Lydia Artigas se convirtió en madame Rius en 1987, cuando decidió modernizar el negocio anunciándose en los periódicos, para lo que acuñó una nueva identidad «más comercial»: «Sra. Rius. Si lo que usted busca es tranquilidad le proporciono señoras y señoritas no profesionales en pisos y apartamentos. Horas convenidas», sigue anunciándose hoy.
Se puede decir que heredó la profesión. Su madre, Teresa, también «hacía señores», expresión muy catalana que Rius prefiere en lugar de la palabra «prostitución», que considera fea y vulgar. Teresa vivió siempre enamorada de su padre, el señor Artigas, a quien Rius aún desprecia por haber sido un vividor. Su tía Conchita, una belleza, hacía que los hombres volvieran la cabeza cuando caminaba por la calle y vestía trajes calcados a los de las actrices de Hollywood. Conchita tuvo un protector que era presidente de una sociedad colombófila y cada domingo por la mañana le enviaba una bandada de palomas para que bailaran ante su balcón.
Rius también comenzó a tantear el oficio de la mano de un protector, a los 15 años, prácticamente púber. Manuel, casado y regente de un importante negocio, le puso un piso. Aún recuerda la impresión que le causó acudir con él por primera vez al Liceo, vestida como una princesa, en un lujo inimaginable para una joven de su edad.
La historia duró cuatro años. Tras la ruptura, la madre de Lydia no tuvo reparos en aconsejar a su hija que también se hiciera señores y la jovencita fue recalando en los mejores clubes de la ciudad: el San Mario, el Mont-real... Recibió muchas ofertas de hombres ricos que querían retirarla, cuenta, pero siempre las rechazó porque no quiso ser plato de segunda mesa. «Nunca sentí la necesidad de vivir con un hombre, y un hombre no me habría cambiado. Jamás. Si volviera a nacer, volvería a escoger esta profesión».
Las anécdotas vertidas en su biografía son inabarcables, trágicas algunas, cómicas casi todas. Porque la señora Rius tiene un maravilloso sentido del humor, descarado y desafiante, pero siempre elegante y hasta recatado. Cuando el cliente no era famoso, lo rebautizaba por su parecido con algún personaje conocido. Casi todos, nombres de Hollywood como buena cinéfila que es. Hubo uno que asumió tanto el mote que cuando llamaba se presentaba directamente como Al Pacino. Luego estaba Montgomery Clift. Y Gandhi...
Su currículo es la envidia de una profesión donde es tan respetada que hasta protagoniza el siguiente refrán, muy usado por las prostitutas de Barcelona: «Rondarás, rondarás, rondarás, y a la señora Rius volverás».

sábado, 25 de julio de 2009

Fotos para la historia

Sofia Loren cruelmente derrotada por la joven Jane Mansfield







El piropeador

Aquellos grandes hombres castizos...

























































La historia del gran maestro piropeador





Fernando Albiero Era un piropeador profesional, el primero en toda la historia de Córdoba. ¿Cuántas veces habremos escuchado a nuestras abuelas recodar los famosos piropos de Jardín Florido? Vestido de frac, con galera y fino bastón, o de punta en blanco en verano, les decía a las mujeres que pasaban por la calle frases como éstas: “En el mar de sus ojos, señora, ¿quién podrá salvarme?” o “Nada mejor puede suceder en esta esquina: la lluvia y usted”. Nacido Fernando Albiero Bertapelle, de origen italiano, antes de ser Jardín hizo de todo: fue mozo, litógrafo, mayordomo, procurador judicial, gestor y encargado del Crisol Club, adonde se congregaba la alta sociedad cordobesa. Se dice que había ganado la lotería dos veces y que, con esa pequeña fortuna, adquirió el Packard, del mismo modelo y color que el que manejaba Gardel. Y que su sueño se convirtió en su desgracia, el día que atropelló a dos jóvenes y que las costas del juicio le llevaron todos sus bienes. Lo cierto es que Jardín Florido será recordado siempre como uno de los personajes entrañables de nuestra ciudad. Murió en la pobreza el 9 (para algunos el 10) de julio de 1968. Y, con él, un estilo del amor cortés.















Maestros de la fotografia

Agustí Centelles
















































































viernes, 24 de julio de 2009

Locura en Berlín por el oso Kunt

Toda Alemania ha seguido con un increible interés los escasos 3 años de vida del oso más famoso del mundo. La historia del oso kunt vende más ejemplares de periodicos y ocupa más minutos en televisión que la polituca o los deportes. Esta es una historia de celebración de la vida, el amor y la muerte, contada en tres pequeños episodios que han conmovido a medio mundo ( salvo a españa) .





El oso Knut se hizo definitivamente famoso cuando el respetado Frank Albrecht, un afamado activista que lucha desde hace años por los derechos de los animales en Alemania, declaró al Der Spiegel que había que matarlo. Knut era el primer oso polar que nacía en un zoológico alemán desde los años 80, y en la época en que el Spiegel entrevistó a Albrecht, poco más que una bola blanca y peluda con ojos. Una bola, además, graciosa, el paradigma de lo mono. Pero había que matarlo. De una inyección, para ahorrarle dolor.
"El zoo tiene que matar a ese osezno. Knut sufrirá problemas de comportamiento durante el resto de su vida", señaló Albrecht. La cría había nacido a principios de diciembre sobreponiéndose a un parto difícil que su hermano gemelo no había conseguido superar, y unas horas más tarde se había convertido en un paria: su madre, al igual que muchas osas en circunstancias parecidas, le había repudiado. Las leyes de la naturaleza habían condenado al oso primoroso a morir, y probablemente ahora estaría muerto, y no exhibiéndose como una estrella ante las cámaras de media Europa, si no hubiera aparecido, un poco de la nada, el cuidador de animales Thomas Dorflein.
Dorflein, empleado del zoológico de Berlín, decidió hacerse cargo del oso Knut. Un día de mediados de diciembre se despidió de su esposa, dejó su casa y se instaló con el animal en una diminuta habitación del zoo. Le compró una cesta para que durmiera y un oso gigante de peluche para que no se sintiera extraño. Biberón en mano, Dorflein se propuso salvar al osito suplantando a la madre. Pero entonces apareció Albrecht y dijo que si la naturaleza, con su habitual sabiduría, había decidido que el animal muriera, había que dejarlo morir; y, ya que era demasiado tarde para eso, había que matarlo. De lo contrario, advirtió, será un inadaptado en el mundo de los osos. Matemos pues al osito Knut. No es difícil imaginar a Dorflein abrazando con angustia a su hijastro en un rincón de la improvisada caverna, decidido a protegerlo con su vida en caso de que alguien se presentara con la orden de aplicarle la inyección letal.
"La crianza por parte de un ser humano no solo va en contra de la naturaleza, sino que contraviene la ley alemana de protección animal", dijo Albrecht. Sus declaraciones no solo fueron respaldadas de inmediato por varias protectoras de animales --para sorpresa de muchos alemanes--, sino que convirtieron al bueno de Knut en una celebridad. Un oso monísimo lucha por sobrevivir. Millones de personas empezaron a seguir por internet los avatares del osezno mientras los responsables del zoo se preguntaban qué iban a hacer con él si los cuidados de Dorflein le permitían superar las primeras semanas, las más críticas. El animal salió en las portadas de casi todos los diarios alemanes y se convirtió en un asunto nacional. Alemania estaba derretida con el osito. Hasta Annie Leibovitz, la fotógrafa, se apareció un día por el zoo y le hizo unas fotos para una campaña de protección del medio ambiente.
Tanta simpatía no podía sino salvar la vida del oso Knut. Finalmente, el zoo de Berlín decidió dejarle vivir y ayer, superadas las semanas críticas, el oso más famoso de Alemania se presentó en sociedad. En el zoo había más de 500 periodistas




Knut, el ya famoso bebé de oso polar del zoo de Berlín, recibió ayer una carta anónima amenazante que activó la alarma en el centro y obligó a extremar las medidas de seguridad en torno al animal. El diario alemán Bild informa de que el zoológico recibió un mensaje por fax escrito a mano y supuestamente enviado por un detractor de los animales en el que se podía leer: "¡Knut está muerto! El jueves a mediodía".
Afortunadamente, el plazo indicado no se cumplió y el mediático Knut sigue sano y salvo. "Está seguro y con buen ánimo", explicó uno de los encargados del zoo de Berlín, Ragnar Kuehne, después de que la amenaza no se cumpliese. La policía de la capital alemana aseguró que había investigado una carta con amenazas, pero que no parecía nada serio.
El jefe de negocios del zoo, Gerald Uhlich, informó de que los agentes les habían dicho "que este tipo de cosas suelen ocurrir con personalidades destacadas, pero que en este caso no teníamos porque estar preocupados". No obstante, Bild indica que el zoo aumentó a 15 los responsables de la seguridad del pequeño oso polar.
"¡Amenaza de muerte, protección policial para Knut!" era el titular de portada del citado diario, encima de una fotografía del animal con semblante triste saliendo de detrás de un árbol.
Una docena de personas vigilaban ayer el lugar en el que vive el animal en el zoo, rodeado por la multitud de curiosos y admiradores que se agolpan día tras día para observar los movimientos del osito. Una hora antes del momento indicado en el texto anónimo, Knut jugueteaba tranquilo como de costumbre con su cuidador, Thomas Doerflein.




El cuidador del zoo berlinés Thomas Dörflein, quien durante meses ejerció de "madre adoptiva" del famoso oso polar Knut, apareció muerto en una vivienda de la capital alemana, según han informado este lunes fuentes policiales.
Dörflein sufría una grave enfermedad desde hacía cierto tiempo y por el momento la policía investiga las circunstancias de su fallecimiento, aunque no hay indicios ni de suicidio ni de la intervención de otra persona.
La imagen del cuidador se convirtió casi en tan popular como la del propio Knut, el oso polar que nació en cautividad en diciembre de 2006 y al que su madre rechazó, por lo que fue alimentado con biberón en sus primeros meses de vida.
El animal se erigió en poco tiempo en una mascota oficiosa de Berlín y también de la lucha contra el cambio climático, en tanto que representante de una especie amenazada.
En los primeros meses de vida, Knut y su cuidador hacían varios "pases" diarios para los visitantes del zoo, que se agolpaban ante el recinto destinado al más famoso oso polar del mundo.
Al cumplir un año, Dörflein fue separado del animal, por considerarse peligroso para su integridad física, puesto que había dejado de ser un tierno osezno para convertirse en un ejemplar adulto.




Religión:

La verdadera historia del niño predicador




Decían que el niño no era humano. Entonces él tenía seis años, una Biblia gruesa en las manos pequeñitas, un traje oscuro que le quedaba enorme, y decía en plazas públicas, al norte del Perú: Cristo viene y qué cuenta le vas a dar al Señor. O se arrodillaba en púlpitos de iglesias evangélicas, levantaba ambos brazos para luego sacudirse al ritmo frenético de su propia voz impostada, grave y gutural. A veces daba miedo: nunca se había visto algo igual. Había gente que lo tocaba sólo para cerciorarse de que fuera un niño, y su madre dice ahora, ocho años después, en la sala de su casa: "Hay gente que ignora el poder de Dios". Ya ha pasado mucho tiempo desde esos días, pero una vez, recuerda ella, hasta dijeron que Nezareth Casti Rey era un niño que había regresado de entre los muertos.

El niño creció escuchando esas historias sobre su grandeza y fue criado a imagen y semejanza de las visiones de sus padres
En Lima hubo en 2007 un Festival Evangélico de Niños Predicadores al que asistieron más de mil niños del continente
Nezareth Casti Rey es el primogénito de una pareja de cristianos evangélicos, pastores misioneros que caminaban con sus Biblias y sus guitarras por la ciudad de Trujillo, en la costa norte del Perú, y por los pueblos que la rodean. Si hay nombres que predisponen un modo de vida, ellos decidieron ponerle a su hijo el más ambicioso: Nezareth Casti Rey Castillo Valderrama fue concebido casi como una profecía bíblica. En sus recuerdos más precoses, aparece mamá leyéndole los salmos como si fueran cuentos de cuna y papá, Andrés Castillo, cargándolo en un púlpito mientras cantaba. La leyenda personal de su padre dice además que a los diecisiete años tuvo una revelación: Dios se le habría aparecido en sueños para decirle que le iba a dar un hijo que sería poderoso y que viajaría por el mundo predicando el Evangelio. Le dijo además que debía llamarlo Nezareth, porque Nezareth quiere decir El enviado de Dios. Su madre, cuando tenía tres meses de embarazo, también habría soñado con Dios. En aquel sueño, Dios le habría confirmado que su hijo iba a ser un instrumento en sus manos. Nezareth Casti Rey creció escuchando esas historias acerca de su grandeza, y fue criado a imagen y semejanza de esas visiones de sus padres. No se trata de una leyenda, dicen ellos: es la promesa que les hizo Dios.
Hoy es un jueves de abril y el calor es tan fastidioso que Marisela Valderrama se abanica con la mano. Su casa es la más llamativa de la calle Santa Rosa; es la única con dos pisos terminados en toda la calle, con vidrios polarizados en las ventanas y con acabados de madera barnizada en los balcones. El resto del barrio parece pobre. Hace unos minutos, toda la familia ha regresado a casa luego de comprar cojines de colores para unos sillones nuevos de colores, porque el color es vida y glorifica. Eso se cree aquí. Nezareth Casti Rey entró, saludó con demasiada educación para ser un niño, "buenas tardes, cuánto gusto", pero subió corriendo por una escalera caracol con cierto apuro. Pronto cumplirá catorce años. En realidad, ya no parece un niño. Es flaco y alargado. Tiene algo de acné y un bigotillo auroral sobre los labios. No se ha engominado el pelo como en sus más famosas presentaciones en público. En zapatillas y camiseta, ni siquiera parece un elegido de Dios. Suda. Su madre, igual, lo presenta así: "Él es, pues, el Niño Predicador"
El Niño Predicador no da tiempo de preguntas. Llega y se va. Sólo su madre se ha quedado en la sala y toma asiento. "Nezareth predicó por primera vez cuando tenía tres años", recuerda. Fue en una iglesia escondida en el escondido pueblo de Paiján, al norte de Trujillo, un camino de tierra y casas de adobe a los lados. Había unas treinta y cinco personas allí reunidas cuando el niño se levantó de su banca y habló por primera vez: "Paz y gracia, buenas noches hermanos, en el nombre de Jesús".
-Hasta su voz era diferente -dice Marisela Valderrama-. Todos estaban llorando, mudos y llorando. Cuando en eso terminó, oró, se despidió y me entregó el micrófono. Hizo todo lo que yo hacía.



Hizo todo lo que ella hacía. Después de esa primera prédica, Nezareth Casti Rey fue invitado a otra iglesia en Paiján, y los pastores que lo vieron quisieron tenerlo en sus propias iglesias. Un niño predicador genera, por lo menos, curiosidad, y es una buena noticia para alguien cuya misión es llamar la atención sobre su propia fe. Se oyó acerca del Niño Predicador en pueblos cercanos y hasta ellos fue a predicar Nezareth Casti Rey. Cumplió cuatro años y empezó a escribir canciones. Llenó plazas donde muchos lo aplaudieron y otros se divertían como en un espectáculo freak. Hay quienes creían que no era humano.
A los seis años, la portorriqueña Wanda Rolón, una famosa pastora evangélica, lo llevó a Puerto Rico. En San Juan, Nezareth Casti Rey predicó dos días en un coliseo con miles de fieles. Hay un famoso video en YouTube visitado por casi un millón de curiosos. Corresponde al segundo día de prédica en Puerto Rico. Allí, Nezareth se mueve con la elocuencia de un cantante de heavy metal en estado de éxtasis. Lleva un terno oscuro, una corbata gris y se le ve tan pequeño que parece una parodia de algo: exhorta a la gente señalándola con el dedo; habla con cariño y se pone una mano en el corazón. Sabe cuándo arrodillarse y cerrar los ojos y gritar y guardar silencio, y cuándo decir: Dicen que somos de la evolución, dicen que somos parientes de mono. Hay aplausos. Hay quienes se ponen de pie.
La voz de Nezareth Casti Rey es aguda pero enérgica, y en esa energía está el mayor histrionismo. Pero quiero decirles a todas esas personas que están pensando así, o que están diciendo así, que el mono y la mona producen monitos, hasta hoy. Es gracioso oír a un niño despotricar contra la evolución. Ningún evangélico cree en ella, pero no es tan gracioso oír a un adulto diciéndolo. Los creyentes lo siguen aplaudiendo, pero entre los visitantes de YouTube no ha tenido la misma suerte. Existen videos que ridiculizan ese mensaje bajo los títulos "Niño predicador payaso", "El puto niño predicador", "Mutilando al niño predicador", "Anticristo Superstar", "Nezareth Castillo, el niño predicador, es Satanás".
-En internet le dicen de todo -dice Marisela Valderrama-. Tenemos a Satanás en contra nuestra, a demonios en contra nuestra, tenemos enemigos de la cruz de Cristo.
Nezareth Casti Rey la escucha desde el segundo piso de su casa. Detrás de una puerta, no se le puede ver, pero debe estar asintiendo con la cabeza porque todo eso que dice su madre, él lo sabe, es parte de la promesa de Dios.
* * *
- ¿Qué pasa cuando alguien te dice que no cree en Dios? -le pregunto antes de ir a su clase de fútbol.
-Cuando yo choco con muchas de estas personas yo les digo así: ¿Tú ves el aire? No, no lo veo. ¿Pero lo sientes? Claro que lo siento. Así es Dios.
Es viernes, cinco de la tarde, y en El Milagro, a quince minutos de Trujillo, hace suficiente frío como para querer apurar la clase de fútbol. Los otros niños también se sientan a un lado del campo pero, a diferencia del predicador, forman grupos y bromean entre ellos, huevón, huevada, conchetumáquina, dicen, te meto un combo, huevón y se ríen y Nezareth, que ahora mismo está solo, no. Pero ésta es su clase de fútbol y él ha dicho, camino a la cancha:
-Soy un niño normal, tan igual como cualquier niño del mundo.
El predicador, sin embargo, ya ni siquiera es un niño y menos es uno más. Su mayor normalidad quizá consista en hacer dos cosas típicas de un chico de su edad, y eso puede confundir a quienes lo ven desde arriba: ir al colegio (por evidente obligación) y jugar al fútbol (porque su padre dice: "Es bueno que Nezareth juegue con niños que no tienen su creencia"). El tamaño es engañoso y Nezareth Casti Rey, cuando no está predicando, parece disfrutar de esa relativa normalidad hablando con su propio tono de voz, dejando a un lado la Biblia, y moviéndose con tanta lentitud que parecería que le pesara la vida. El escenario lo transforma en Niño Predicador con manías de adulto.
Sus compañeros de aula, en el colegio, saben que Nezareth Casti Rey se ausenta de clases cada cierto tiempo para cumplir con una agenda de presentaciones en Venezuela o México o Chile o Estados Unidos o Ecuador o Bolivia o República Dominicana o Puerto Rico, países que la mayoría de ellos apenas conoce de oídas. Saben que Nezareth está exonerado del curso de Religión, que por suerte no debe memorizarse el Catecismo, y que no le reza a la guía y protectora de la institución, la Virgen del Carmen. Sus compañeros saben sobre todo que Nezareth Casti Rey estudia allí, en un colegio católico y céntrico de Trujillo, porque antes, cuando estudiaba en otro colegio, trataron de secuestrarlo. Por eso la familia cree que por seguridad es mejor no decir el nombre del actual colegio, ni la dirección exacta de su casa, ni cómo se llama la academia de fútbol donde ahora, en este instante, Nezareth ha empezado la lección del día como un chico cualquiera: trabajos de coordinación.
El Niño Predicador, con la pelota, es bastante descoordinado.
-Fueron con armas a la casa, querían plata -dice el papá, Andrés Castillo, que está a un lado del campo observando los movimientos de su hijo-. Pero no pasó nada.
Para un evangélico, tener dinero es una bendición de Dios. No está mal ni tiene por qué sentirse culpable: si trabaja, Dios quiere que tenga dinero, y el resto de su comunidad celebrará su suerte. Los predicadores -los hay en todo el mundo- suelen ganar bien si son exitosos; es decir, si congregan a mucha gente. Y eso ocurre porque Dios glorifica y bendice. Como a Nezareth, por ejemplo. "Predicar es mi trabajo y mi profesión", ha dicho él desde los suburbios de la normalidad, y ahora le toca patear a un arco sin arquero: trabajos de precisión.
El Niño Predicador no es muy bueno pateando al arco.
Mientras que un pastor guía en la fe a sus ovejas, la tarea de un predicador consiste en dar a conocer el mensaje: convencerte de que su fe es la que debes profesar. Nezareth Casti Rey admira a muchos predicadores internacionales, y de ellos ha adoptado el modo de dirigirse a las masas. "Yo no quiero ser como ellos, quiero ser mejor que ellos", dirá después, de regreso a casa. El mejor manual práctico para la prédica es la observación. Observe. Nezareth Casti Rey ha visto muchos videos. Pero se pueden ver miles de videos y jamás ser un buen predicador, así como se pueden ver miles de partidos de fútbol y jamás aprender a patear bien una pelota. Nezareth Casti Rey debería de saberlo: hay gente que necesita salvación, que se empacha de autoayuda, que está sola y enferma, que sufre, que no ve un futuro, y entonces se entrega.
Ser un talentoso niño predicador puede ser muy rentable. "Hay gente que fue impactada por el mensaje y le da mil dólares, cinco mil, una casa, un auto", dice Óscar Quispe Vigo, evangélico, ex alcohólico social convertido a Cristo, según él, una fuente que se suele consultar en Trujillo para hablar de su religión. Cuando Wanda Rolón invita a Nezareth a Puerto Rico pide a los miles de fieles que se congregan en sus presentaciones que den dinero a la familia Castillo Valderrama. "Dinero para bendecirlos", ha dicho, está en los videos. Hay predicadores evangélicos que piden a los fieles dar el billete más grande que tengan en el bolsillo como ofrenda. A veces los acusan de estafar a la gente con el viejo cuento de la salvación, pero el obrero, dirán, es digno de su salario, y no hay de qué avergonzarse. Las iglesias del mundo, cuando invitan a Nezareth, también pueden hacer ofrendas voluntarias, pero en ese caso, a diferencia de las ofrendas de los fieles, "el dinero se lo das en un sobre en las manitas", te dirá una voz por teléfono.
Nezareth Casti Rey no es un niño normal. Predica; es decir, gana dinero. El Niño Predicador no es más que un niño que trabaja. Y hoy, en la clase de fútbol, no mete goles: de siete disparos al arco, sin arquero, el predicador sólo ha metido dos. Así hasta que termina la clase.
-¿Qué tal si vamos a comer un sánguche? -dice el papá.
-Yo quiero de pavo -se adelanta Nezareth, muerto de hambre.
Minutos después, estacionados frente a la tienda de sánguches, el Niño Predicador dirá que la prédica es su oficio, pero él es un niño normal al que también le gustaría probar otras cosas.
-Me gustaría, no sé, ser futbolista de repente.
* * *
Es domingo por la noche y vamos a Paiján, allí donde todo empezó. En la camioneta de papá suena una de las canciones del Niño Predicador y Nezareth la está cantando en voz baja, Cristooo es la solución, para todo problema. Adelante, viajan papá y mamá. Atrás, en dos filas de asientos, estamos el pastor Neri Basilio, amigo de la familia; Nezareth, que canta; Tirza Devid, su hermana menor; y yo, que le pregunto al predicador:
-¿Ya no tienes la voz de antes, no?
-No, ya no me sale bien esa canción.
-Es que ya no eres un niño, ya no eres el Niño Predicador.
-Ahora soy el joven predicador -dice después de un largo silencio.
Hay niños predicadores en todo el mundo, y la historia de Nezareth Casti Rey también es fascinante por ser igual a otras. En el conjunto está la peculiaridad: algo está ocurriendo, creen los evangélicos, quienes adoctrinan a los niños en su religión, los instruyen en la Biblia y no hay nada extraordinario ni milagroso en ello. Es casi un acto de sobrevivencia frente a otras religiones más antiguas y poderosas y gobernadas por adultos: un niño evangélico puede garantizar la continuidad de su religión, que está en franco ascenso demográfico, y a los cinco años de edad ya es capaz de hablar de Dios con la misma naturalidad con la que pide chocolates.
En Brasil, Ana Carolina Dias es una niña que predica desde los dos años. La pastora más pequeña del mundo, le han dicho, y se cree que sana enfermedades incurables, entre ellas el sida. En el mismo país, Marcos Ferreira do Santos, de dieciséis años, expulsa demonios desde que tenía cinco. En Panamá, los hermanos Dailyn y Kevin Patiño predican desde los dos y tres años de edad. Son hijos de un pastor que, cuando sus niños predicaron por primera vez, dijo: "El Espíritu Santo dirigió todo". En Estados Unidos, es famoso el caso del niño Terry Durham, The Little Man of God, quien no sólo predica, sino que lo hace con un ritmo gospel que incita al baile. En Lima, Perú, donde hay más de tres millones de evangélicos, hubo en el 2007 un Festival Evangélico de Niños Predicadores al que asistieron seis mil niños. Un año antes, en Ecuador, las iglesias evangélicas informaron que contaban con noventa y ocho niños predicadores. Ahora, camino a Paiján, el Niño Predicador, Nezareth Casti Rey, dice que tiene dos corbatas sin prendedor. La que tiene puesta y otra más clara.
Falta una media hora para llegar a Paiján, cuando se siente un golpe en la parte delantera de la camioneta.
-Creo que atropellamos un gato -dice Andrés Castillo, bajando la velocidad.
-¿O fue un zorro? -pregunta su mamá, asustada.
Afuera sólo se ve la oscuridad de la noche y la carretera apenas iluminada por la luna. El papá quiere detenerse, pero al final le parece una mala idea.
-De repente fue una pelota -dice.
-Lo mataste, Andrés.
-¿Qué, matamos a un gato, papá? -pregunta Nezareth.
Y se ríe. Se ríe mucho. Casi como un niño. Le parece gracioso que su papá, que no mata ni una mosca, haya matado a un gato.
Marisela Valderrama, pasado el susto, recuerda que la primera vez que Nezareth predicó, allá en Paiján, justo acababa de morir Lazi, una perra que ellos criaban. La perra se había escapado y en alguna parte del pueblo comió veneno y entonces Nezareth, que quería tanto a la Lazi y tenía tan sólo tres años, dijo en su primera prédica: Arrepiéntanse de sus pecados porque si no van a morir como la perrita. Todos se ríen en la camioneta. Experto desde niño en hilar lo sagrado con lo pagano, a través de un perro que se escapó de su casa Nezareth podía explicar las consecuencias del pecado. Memorizaba párrafos bíblicos -leídos por su madre- pero exponía, a través de ellos, un tema de actualidad: la prensa, llena siempre de malas noticias, era perfecta para detectar moralejas. El secreto de su prédica es un fenómeno tan interno que él sólo lo entiende así: "La explicación te viene a la mente y uno comienza a hablar". Nezareth Casti Rey empezó a hablar en Paiján, luego en Trujillo, después viajó en aviones y llegó así el dinero para su familia: la bendición de Dios.
La camioneta se estaciona y Marisela Valderrama dice:
-Bienvenido a mi Paiján, donde todo empezó.
Unas cuarenta personas han llegado esta noche a la iglesia "Dios es amor" para ver al Niño Predicador, incluyendo a un mendigo jorobado y sucio que parece impaciente por saludarlo. En la entrada de la iglesia, dos chicas de quince se miran entre ellas. Él les parece atractivo. La última vez que lo vieron, dice una de ellas, "Nezareth era un enano".
Nezareth Casti Rey baja de la camioneta y saluda a todos con una reverencia. El mendigo rompe el protocolo improvisado, lo abraza y le dice algo al oído. Andrés Castillo, dice:
-Todos quieren tocar a mi Nezareth.
Hace unas horas se avisó por la radio del pueblo que él vendría. El pastor de Paiján, Enrique Linares, una camisa blanca y un pantalón negro, cree que si le hubiesen dado unos días, la iglesia se hubiese llenado "porque todos quieren escuchar la palabra de Dios a través de él". La iglesia son cuatro paredes con bancas de madera; hay una cámara filmadora, un teclado electrónico que suena muy electrónico y flores artificiales por todas partes. En el púlpito, una pequeña elevación respecto al resto de la sala, hay sillas de plástico para la familia de Nezareth, invitados de honor, y de un momento a otro todos están cantando, felices, y "Padre santo, bendice a tu hijo Nezareth", dice el pastor Linares levantando la mano derecha. Gloria a Dios, responde la sala. Nezareth Casti Rey escucha todo de pie, recitando algo en voz baja y con la mano derecha levantada a media altura. Se mueve en círculos sobre su propio sitio, hasta que le toca hablar.
-Sabemos que Dios es un Dios de promesas -dice Nezareth Casti Rey, el Niño Predicador, con una seriedad que hace juego con su corbata.
-¡Gloria a Dios! -grita la gente.
-Fue aquí donde todo comenzó, Dios así lo planificó, estuvo dentro del corazón de Dios, dentro del plan del Señor y sé que si esto es de Dios, nadie lo puede destruir.
-¡Gloria a Dios!
El pastor Neri Basilio, también en las sillas de invitados de honor, pide a quienes se sientan enfermos que pasen adelante. La mitad de la iglesia hace lo que él dice. "Ponga su mano donde le duele", continúa el pastor Basilio. Nezareth Casti Rey está de pie frente a ellos. Levanta ambas manos, cierra los ojos, se concentra. Antes ha dicho, camino a Paiján, que en Chile, gracias a su poder de sanación, hizo oír a una niña sorda.
-Te pedimos que pongas la mano celestial en aquella herida, en aquella enfermedad, Señor -dice ahora.
-¡Gloria a Dios!
-Me dolían las plantas de mis pies y ya no me duelen -grita una mujer de unos cuarenta años.
-¡Gloria a Dios!
-Me dolía la cabeza y el corazón y ya no me duelen -dice otra.
-¡Gloria a Dios!
-Me dolían mis piernas y ya no.
Nezareth Casti Rey regresa a su lugar y seguirá hablando en voz baja, o quizá sólo moviendo los labios, lentamente, hasta el final de la ceremonia. Luego saldrá de la iglesia rodeado de gente que quiere tocarlo y subirá a la camioneta haciendo adiós con la mano. Un mendigo se despedirá de él pegando su rostro a la luna. Y la camioneta se alejará de Paiján, donde todo empezó, y Nezareth Casti Rey dejará de ser por fin y para siempre el Niño Predicador, se relajará en su asiento, pondrá la Biblia a un lado y entonces se reirá solo, muerto de risa como si acabara de recordar un buen chiste.
-¿Papá?
-Dime, Nezareth.
-¿Matamos al gato, no?


Daniel Titinger (Lima, 1977) es director editorial de la revista peruana Etiqueta Negra



fuente:elpais.es

EL MÁS GRANDE JUGADOR DE POKER DEL SIGLO

Amarillo Slim




Por Juan Manuel Pastor

Una de las leyendas vivas del poker, Thomas Austin Preston Jr, nació en Jonhson, Arkansas, el 31 de diciembre de 1928. No hay casi nada que este trotamundos del envite no haya visto o… sobre lo que haya apostado. Ha jugado al poker con presidentes como Lindon Jonhson o Richard Nixon y con capos de la droga como Pablo Escobar. Le ganó a Larry Flynt dos millones dólares al poker y a Willie Nelson 300.000 al dominó. Creció en Mineral Wells, Texas, hasta que sus progenitores de divorciaron. Entonces siguió a su padre hasta Amarillo también en el estado de la estrella solitaria. Por tanto, el apodo ya se pueden ir imaginando de dónde le viene.
Con 16 primaveras el bueno de Slim salió del instituto y se alistó en la Armada. En esos puertos y países de Dios apostó a todo lo que le vino en gana y se labró un nombre. Tras dos años allende los mares, ya de vuelta en casa, el destino quiso que conociera a Doyle Brunson y a Brian Sailor Roberts, y se armó el belén. Los tres mosqueteros de las cartas congeniaron de inmediato y se dedicaron a recorrer ciudades (rounders) más o menos grandes desplumando pardillos: así, como suena. La banda tenía fondos comunes, y así pasaron seis años sembrando el terror en Texas. Apostaban sobre todo lo que se moviese o en lo que hubiera algún tipo de incertidumbre, y tal y como dice Brunson: “Además, les aseguro que ganábamos dinero”.
Por ello, Amarillo Slim es famoso no sólo por ser un gran jugador de cartas, sino un gran jugador. El mismo se considera como el más grande apostador que jamás haya existido. Otro de sus atractivos es que es un gran narrador de historias; aunque muchas de ellas tengamos que considerarlas en el terreno del barón de Munchausen. Una de las más famosas es la de haber jugado al golf contra Evil Knievel con un martillo y apostar un millón de dólares a que podía mandar la bola a más de una milla. Aparentemente ganó el reto al golpearla sobre un lago de hielo.
Slim se casó con Helen hace más de 53 años y siguen aún juntos -quizá su mayor envite, dados los tiempos que corren-. Han tenido tres hijos y siete nietos. Y a partir de aquí las cosas se emborronan. No frecuenta ahora los torneos, ya que muchos jugadores lo miran con desprecio: incluso lo han rebautizado como Amarillo Slime (algo así como Amarillo Baboso). En el 2003 un jurado del condado de Randall lo encontró culpable de tres cargos de indecencia con una menor. Él se declaró culpable de tres cargos de asalto. Con esto último, el juez le impuso una multa de 4.000 dólares y dos años de libertad vigilada. Esta truculenta historia lo apartó del renacimiento de poker, cuando ese mismo año Moneymaker hacia realidad el cuento de la Cenicienta en las World Series of Poker (WSOP) y abría una nueva era. A partir de ese momento, llevaría el estigma de ser un pederasta.
En la actualidad pasa la mayor parte del tiempo con su familia en su rancho de 3.000 acres en las afueras de Amarillo. Es uno de los supervivientes de las primeras WSOP de 1970. Ganó el titulo en 1972 y posee cuatro brazaletes.
Algunas de sus frases celebres sacadas de su Slimtionary:
"Mira la mesa. Si no eres capaz de encontrar a un primo, es que el primo eres tú".
"Puedes esquilar una oveja cien veces, pero la puedes despellejar sólo una".
"Ellos esperaban perder cuando me sentaba en la mesa, y yo lo único que hacía era tratar de complacerles".
“El poker es un juego de personas, no de cartas. No importa lo que lleves, lo que importa es tu rival”.
“Nunca busco un primo: busco un gran campeón y lo convierto en un primo”.
“Nadie es siempre un ganador; si dice eso, es que es un mentiroso o no ha jugado nunca al poker”.







recientemente la barcelonesa Leo Margets ha quedado clasificada en el campeonato del mundo de poker como el primer español ( en este caso, a la vista está, española ) y como la primera mujer del campeonato. Seguro que el viejo Amarillo Slim daría su aprobación.